¿Alguna vez has tenido un sueño que creías imposible, pero que al pensarlo te hacia suspirar solo de imaginar cuando pudieras lograrlo? Bueno, para mí, ese sueño se llamaba Australia.
Si pudiera volver en mis recuerdos para tratar de encontrar el momento en que decidí que algún día quería conocer Australia, solo sé que estaba muy chica y a partir de que en alguna conversación había escuchado a mis hermanas hablar de tantos lugares a los que querían y que en su mayoría se trataban de países en Europa, lo cual no está nada mal, pero me hizo darme cuenta que no me llamaba tanto la atención e incluso iba formando la idea de que podría llegar a ser muy fácil empezar a tener una experiencia internacional, pero en mi generó relativamente lo contrario.
Curiosamente el escuchar que es muy fácil y accesible moverte entre esos países, me hizo pensar que entonces no había mucho reto, o por lo menos no el que necesitaba para motivarme a conocer otras partes del mundo. En este punto debo aclarar que antes de darme cuenta, muchas de las decisiones que he tomado no han sido porque son las más seguras, sino que pareciera que me gusta complicarme la vida, pero de alguna manera, ponerme ciertos retos eso me da paz interior.
Mientras escuchaba a mi familia hablar de los países europeos (y aclaro que aún siguen en mi lista de lugares por conocer), recordé un proyecto escolar que había tenido, en el que habíamos tenido que inventar una historia y que mi equipo usó a Nueva Zelanda para el lugar, así que yo entre mi inocencia e imaginación dije que mi primer país por visitar sería Nueva Zelanda.
Claro que al momento que lo dije en voz alta primero me tacharon de loca e ingenua puesto ¿qué podría saber una niña de 10 años sobre un país al otro lado del mundo y sin mucha información al respeto? Debo aclarar también que justo en esos años todavía no tenía mucho acceso a internet y lo poco que usaba la computadora era para ponerme a jugar, así que poco usaba mi tiempo para ponerme a investigar de esas cosas.
Pareciera que el imaginarme en el lugar más recóndito que me pude imaginar me terminó acercando al lugar que se volvería mi obsesión, Australia.
Por alguna extraña razón, más o menos para ese mismo tiempo, en la televisión, la cual era mi primera fuente de entretenimiento, comencé a ver programas de niños/adolescentes y se me hacía muy curioso como mostraban el día a día para ellos. Poder imaginarme que en algún lugar del mundo había quienes disfrutaban de una caminata por la playa justo después de salir de la escuela o en el mejor de los casos y si es eres hábil, practicar un poco de surf, simplemente despertó algo en mí.
Obviamente fue una forma muy fácil de cautivar a una niña de 10 años, porque ¿a quién no le gusta la playa? o por lo menos ¿imaginarse disfrutando de un atardecer con esa vista?
Pero debo confesar que encontrar un lugar que parecía asombroso y único, aun cuando solo veía a través de la pantalla, La Casa de la Ópera, fue lo que terminó cerrando el trato en mi cabeza. Me había determinado a visitar ese lugar.
Fue una casualidad descubrir que Australia y Nueva Zelanda se encontraran uno a lado del otro y para alguien que le gusta soñar e imaginar mucho, comencé a creer que se trataba de una señal, tenía que cumplirlo algún día.
Sería muy lindo y cómodo decir que a partir de ese momento todo se fue acomodando y que todo lo que hice a partir de ese momento era para lograr ese sueño que se había depositado en mi cabeza, pero eso sería solo exagerar y romantizar los hechos.
Pasaron muchos años, planes y otras cosas por hacer, antes de que me pudiera a la tarea de poner manos a la obra sobre este sueño que forma siendo todavía una niña.
Lo cierto es que cuando finalmente me pude ver en ese lugar que imaginaba y que conocía solo a través de la pantalla, fue que me di cuenta de lo que había logrado y de lo satisfactorio que se siente cumplir algo que en su momento difícil de alcanzar.
Habrá muchos obstáculos, dudas e incluso olvidarás qué era lo querías lograr, pero desde esta experiencia puedo decir que cuando decidí arriesgarme a intentarlo, abrirme a la posibilidad de que algunas cosas son posibles fue que entendí la importancia de soñar, e imaginar, por más raro que parezca. Nunca sabes hasta donde te llevarán (literalmente) los sueños más locos que alguna vez llegaste a imaginar.
¡Hola! Soy Astrid y te invito a conocer este pequeño-gran espacio.
Disfruto de conocer lugares nuevos y experimentar todo aquello que siempre imaginé poder hacer.
Soy una soñadora que no puede quedarse quieta y este espacio es solo otra extensión de todo aquello que siempre quise hacer.